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Anclados en la promesa de la redención

Actualizado: 27 oct 2024



Un arcoíris que atraviesa las nubes oscuras.

Siempre he sido una persona con mucha esperanza. A pesar de las dificultades y adversidades que he enfrentado, nunca dudé de que Dios es real y de que hay esperanza y bondad para mi vida. A menudo digo que tengo el don de la esperanza. Sin embargo, durante mucho tiempo, luché por entender qué era esta esperanza realmente. Sabía que necesitaba a Jesús en mi vida diariamente, pero me debatía con una pregunta más profunda: ¿A dónde conduce todo esto y cómo nos da la Biblia, en su totalidad, una visión de esto?


A lo largo de los años, el Señor abrió mis ojos y mi corazón para comprender más. La Biblia es una narrativa completamente cohesiva compuesta por muchos libros. Más que una simple colección de escritos, es una historia divina, una historia escrita por Dios, el Creador del universo, y una que Él continúa desarrollando.


Estamos familiarizados con el comienzo de esta historia. Dios creó la tierra y todo lo que hay en ella, incluyendo la humanidad: Adán y Eva. En el jardín, donde caminaban con Dios en la frescura del día, las cosas parecían perfectas, pero solo por un momento. Cuando Adán y Eva desobedecieron al comer del Árbol del Conocimiento del bien y del mal, la humanidad cayó bajo la maldición del pecado. La esencia del pecado se reveló en ese momento: elegir no confiar en la sabiduría y evaluación de Dios, sino depender de la nuestra. Desde el principio, fuimos diseñados para vivir en dependencia y compañerismo con Dios, siendo la confianza la base de esa relación entre creador y creación. Esta confianza se rompió en ese momento crucial, creando desorden, disfunción y las realidades innegables de la vida: el nacimiento es doloroso, la vida es dura y la muerte es cierta.


Sin embargo, incluso cuando Su creación se volvió en Su contra, Dios continuó revelándose como compasivo, misericordioso, lento para la ira y fiel. No abandonó el deseo de Su corazón: que Él habitaría entre Su creación y se asociaría con la misma. Dios prometió una solución cuando todo parecía perdido, mientras la humanidad gemía bajo el peso del pecado, incapaz de vivir como Él pretendía que fuese.


"Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le herirás el talón" (Genesis 3:15)


En esta promesa de Génesis 3:15, Dios proporcionó la solución: vendría una simiente que caminaría en obediencia, formaría un pueblo a Su imagen y derrotaría tanto al enemigo como a la maldición del pecado. Esta “simiente” es crucial, pues es el hilo que une toda la Biblia y el desarrollo de la historia redentora de Dios.


“Todo fue creado por medio de él (Jesús) y para él. Y él es antes de todas las cosas, y en él todas las cosas subsisten.” (Colosenses 1:16b-17)


El plan de redención de Dios comenzó aquí y continuó a través de la Ley, los Profetas, los Escritos, y luego en los Evangelios, Hechos, las Epístolas y, finalmente, el Libro de Apocalipsis. La caída trajo desorden a la tierra y a nuestros corazones, pero Dios está restaurando y redimiendo todo. Somos parte de esta misma historia. Se necesita la totalidad de las Escrituras para comprender el alcance completo del plan de Dios, ya que Él revela progresivamente más de Sí mismo, especialmente a través de Jesús, el personaje principal. Cada parte de la Biblia es significativa. Como está escrito en el evangelio de Lucas:


Entonces, comenzando por Moisés y por todos los Profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.” (Lucas 24:27)


Debemos leer y estudiar el Antiguo Testamento para entender el Nuevo Testamento verdaderamente. Dios es el mismo en ambos: el mismo Dios fiel y redentor trabajando en Su plan. Es una narrativa continua, donde encontramos nuestra esperanza en Jesús, quien redime a la humanidad. La fidelidad de Dios se demuestra primero en Su relación con Israel, el pueblo que eligió para revelar Sus caminos, y a quien permaneció fiel, incluso cuando le dieron la espalda.


Pagó el precio del rescate de su pueblo y estableció su pacto para siempre. Su nombre es santo y temible.” (Salmo 111:9)


“Si somos infieles, él sigue siendo fiel, ya que no puede negarse a sí mismo.” (2 Timoteo 2:13)


A través de este pueblo escogido, la simiente fue preservada y Jesús nació. Plenamente Dios y plenamente hombre, Jesús vino, murió y resucitó para purificar nuestros pecados, pagando la deuda que debíamos. Ahora se sienta a la diestra del Padre, habiendo vencido la muerte (Hebreos 1:3b), pero Su obra aún no está completa.


La primera venida de Jesús fue parte del plan redentor de Dios, proporcionando justificación y restaurando nuestro acceso a la vida eterna y al Padre a través de Su sangre (Romanos 3:23-25a). Sin embargo, la plenitud de la redención para toda la creación aún está por venir cuando Jesús regrese para restaurar el cielo y la tierra, poniendo fin a la muerte y al mal de una vez y por todas. Solo entonces la tierra y su gente estarán listas para recibir a Dios el Padre, y habitar juntos por la eternidad. El principio se encuentra con su fin, como se ve en los paralelismos entre Génesis 1-3 y Apocalipsis 21-22. Esta es nuestra esperanza: que algún día, caminaremos con Dios por toda la eternidad, tal como lo hicieron Adán y Eva.


Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no solo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados.” (Romanos 8:22-24a)


Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, lo mismo que el mar” (Apocalipsis 21:1)


“Ya no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en la ciudad. Sus siervos lo adorarán” (Apocalipsis 22:3)


Nuestra esperanza va más allá de esta vida y de nuestras ideas imprecisas sobre el cielo. Nuestra esperanza está en Jesús, Su regreso y Su reino llenando la tierra. Todo el que invocare el nombre del Señor será salvo (Romanos 10:13) y reinará como reyes y sacerdotes en Su reino, tal como era su propósito desde el principio.


Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 1:5-6)


A medida que mi entendimiento de esta esperanza, el plan de redención de Dios, crece, me permite permanecer firme y fiel, incluso cuando la vida es difícil; porque sé que mi vida va más allá de mi tiempo aquí en la tierra. Y cuanto más estudio la hermosa historia de Dios y veo mi lugar en ella, más me enamoro de Él, nuestro Creador, a quien tenemos el privilegio de llamar Padre.


Nuestra esperanza está en Jesús, Su regreso y Su reino llenando la tierra.

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